La condesa experimenta una profunda desgracia. La angustia de su infeliz matrimonio y su vida en un remoto castillo, lejos de los placeres de la ciudad, la asfixian. Sin embargo, lo que más le atormenta es su posición restringida, la que la sociedad y la nobleza de la década de 1860 le imponen como mujer. Sueña con la libertad y ha publicado un libro que refleja su ideal de una mujer libre.
Los vicios y las adicciones son las pocas cosas en las que la condesa cree poder aferrarse para mantener los restos de su cordura y evitar caer en una desesperación total. El alcohol, los sofisticados puros y el cloroformo recetado por su médico son su refugio, y tal vez la oscuridad protectora de la noche guarde otros placeres liberadores que no correspondería a una dama respetable y casada practicar…
Pero algo o alguien siempre acecha en este lugar. En la mansión se siente una atmósfera severa y misteriosamente maliciosa, de la que los sirvientes hablan en susurros, llenos de miedo. La condesa percibe su presencia, pero no puede prever la sed de sangre que se oculta detrás de esta fuerza que atormenta la mansión. Y no sabe que esta causa innumerables tragedias durante muchas generaciones…