Siglo XV. El arzobispo católico de Finlandia lleva en su alma una carga pesada que se remonta a sus años de juventud como sacerdote. Entre él y la joven dama de una mansión se desató una relación secreta, ardiente y, sobre todo, prohibida. El amor ardió con fuerza, pero el destino no les favoreció; fueron descubiertos.
Siguiendo el espíritu de la época, la situación fue interpretada como si la joven hubiera seducido al siervo de la iglesia y debió cargar con las consecuencias por su cuenta. La joven había traído la mayor vergüenza a su familia, y los miembros de esta la encerraron en el oscuro sótano de la mansión. En ese momento, ya podría haber estado posiblemente en estado de gravidez. El sacerdote mantuvo su cargo, pudo avanzar en su carrera, siempre que olvidara el asunto y dejara atrás a la joven, dejándola sufrir su destino en soledad.
Sin embargo, la joven, muriendo de hambre en su prisión, no encontró paz. Al comprender que ni sus desesperados ruegos ni sus oraciones la salvarían, tuvo que enfrentar la amarga realidad de que no existía ninguna fuerza que se levantara en su defensa o la rescatara. Solo había oscuridad e injusticia en el mundo; todo lo demás resultó ser «bellas palabras». ¿Quién sabe qué oscuros pensamientos pudo haber tenido ella finalmente en su soledad?
La joven murió en su cautiverio, pero según las leyendas, su alma aún vaga por los terrenos de la mansión hasta el día de hoy. Muchas generaciones han sentido su presencia hasta el presente.